Video leído y cantado. -Sigue el texto de ese libro, escrito en defensa del barrio «La Calabria», de San Isidro. -Responde a una inquietud de Florencia que lo ha ilustrado y es leído por Elizabeth. Autor, Andrés.
Pichi camina despacio ese anochecer frío y ventoso. Es el habitante activo más viejo del barrio; su casa, desparramada en el enorme patio con árboles veteranos y trastos múltiples, es del siglo diecinueve, con el excusado al fondo, altos techos de bovedilla o directamente de chapas desnudas, goteras, paredes de ladrillos “San Isidro”, la empujan y rajan las obras linderas, que arrasan lo viejo para construir ordinarias moles, conejeras sin memoria.
El hombre sí tiene memoria, conoce cada vivienda antigua, sus ocupantes anteriores y actuales, las alegrías y dramas. Acumula misterios y anécdotas, añora las casonas demolidas que no fueron protegidas por los burócratas indiferentes al pasado, y sabe que, como la suya, caerán las pocas que quedan.
Mientras camina recita y tararea bajito los tangos que lo acompañaron toda la vida o piensa en las carreras del sábado, en las que apostará como burrero de raza por una cabeza de un noble potrillo…, unos pocos pesos prudentemente administrados.
Enfrente de la vereda que recorre se alza el enorme paredón de ladrillo del colegio Santa Isabel, lleno de recovecos y cornisas dominados por palomas que vigilan al atardecer y ocupado por algunos loros barranqueros chillones, callados ahora por el frío.
El hombre, sin saber por qué, miró donde debía mirar, allí estaba y no estaba el Ser, la sombra del espíritu del antiguo edificio.
-Pichi, por favor Pichi – susurró la voz cascada y melodiosa. Venía de arriba de la pared y de todos lados, como si el mismo colegio hablara. -Te necesito Pichi, sos el único capaz de comprenderme.
Su mente dejó de cantar “La casita de mis viejos” y la música interior fue sustituida por la voz innominada que se impuso con su reclamo perentorio.
-Soy el Ser, el alma de los ladrillos, hálito y corazón de la manzana que ocupa las aulas, el teatro, la iglesia salesiana con su torre airosa de cinco campanas, las vigas apolilladas y los pasajes de baldosas francesas. Te conozco Pichi desde que naciste aquí cerca y sé lo que sientes y amas. Mi casa está asegurada, pero no la tuya ni ninguna de las que miras con nostalgia. Cada una de ellas tiene su espíritu, por favor no nos llames fantasmas; todos tenemos miedo a las topadoras y excavadoras y a los hombres que transforman tradición en cemento.
Pichi miró incrédulo, pero comprendió y le tarareó: -Tus tangos son criaturas abandonadas que cruzan por el barro del callejón, cuando todas las puertas están cerradas y ladran los fantasmas de la canción… ¿Qué querés que haga?
-Tenemos que albergar a las seres desalojados que vienen a contarme sus penas y vos sabés donde cobijarlas.
Pichi sonrió preocupado y cantó quedo –Vamos, que en su rutina la vieja esquina me está llamando…
El Ser múltiple de Santa Isabel insistió –No pienses en fantasmas, que son sólo almas individuales desubicadas, sino en las sombras chinas inmortales, el perfume y el rumor, el reflejo de los hechos de quienes nos van ocupando, que impregnan las paredes, los pisos y rincones, conjugan alegría y gritos de chicos, llantos, amores juveniles, pasiones otoñales.
Contra el paredón golpearon otros versos tangueros -El viento de la tarde revuelve la cortina. La mano del recuerdo me aprieta el corazón. La pena del otoño agranda la neblina, se cuela por la hendija de mi desolación; – ¡los espero en casa, espíritu solidario!
Vigilantes las palomas desde sus encumbrados miradores pispeaban a los seres excluidos de los edificios que se demolieron, que no eran más que tenues vagabundos angustiados y los loros partían veloces para orientarlos hacia la casona de la calle Diego Palma.
El hombre tomaba mate cuando llegó el primer Ser parlanchín y descontento, que le dijo –Mi casa de la calle Avellaneda era más elegante que ésta, tenía zaguán con puertas lujosas y azulejos importados, allí acariciaban los mozos a sus novias y Marujita recibió un cachetazo del padre cuando la encontró con el hijo del peluquero, tan ocupados, que no lo oyeron acercarse. La sala al frente estaba bien amoblada y desde sus ventanas enrejadas se veía y escuchaba al organito.
Pichi cantó -Saludarán su ausencia las novias encerradas, abriendo las persianas detrás de su canción y el último organito se perderá en la nada y el alma del suburbio se quedará sin voz. El ser quejoso se acomodó en un cruce de vigas y calló la boca, estaba agotado.
Un nostálgico Ser, que decidió ocupar la mejor parte del aljibe, le contó al dueño que la memoria lo torturaba porque su casa chorizo de la calle General Paz fue vivida por cuatro generaciones de origen calabrés, constructores y buenos carpinteros, aunque su mejor producción fueron los hijos, que nunca faltaron.
-La sustancia principal de mi ser es la alegría, amasada con los gritos de esos chicos cuando jugaban a las esquinitas o a la escondida y la rayuela, o mostraban su ansiedad y sorpresa con las funciones de títeres, tallados en la propia casa, a la que invitaban a todos los amigos del barrio.
–Acurrucate en el pozo si querés rumiar tu pérdida y recuperar la alegría -y le cantó- ¡Si me parece verte!…La pollerita corta, sobre un banco empinadas las puntas de tus pies, los bucles despeinados y contemplando absorta, los títeres que hablaban, inglés ruso y francés.
Después siguieron llegando desahuciados de casas italianas, neocoloniales, art decó, pequeños talleres, seres con sus modalidades particulares: alegres, resentidos, solidarios, malevos. Pichi le cantó a cada uno tangos distintos, con calesitas, carretas, paredones, viejos almacenes, estaños, madreselvas, magnolias en flor.
Cuando oscurecía, cantaba para arrullar sus sueños; su vieja voz aún era melodiosa y el sentimiento compartido acunaba a sus huéspedes, traslúcidos y ubicuos.
Ayer la noche fue distinta, Pichi se encontró con una asamblea ruidosa por las voces airadas de sus alojados, que, además, habían convocado a los Seres de las casas que aún quedan en pie.
-¡Hay que parar las demoliciones!
-¡Despertemos el amor por lo nuestro!
-Hay pueblos propios y de otros países que cuidan su pasado.
-¿Y vos que proponés Pichi?
-Yo no puedo representarlos, porque me van a meter en el loquero. Debemos peticionar al Consejo Deliberante que se dicten ordenanzas para proteger a los viejos edificios, ¡y, tal vez, logremos que nos atiendan!
Un grito de incredulidad explotó. Del aljibe surgió una colada de rabia, de los techos y paredes, que se sacudían y temblaban peligrosamente, se desprendió tanto polvo que hacía difícil respirar. El más viejo de los Seres espirituales ululó -¿Existirá un Consejo deliberante que nos escuche?
Pichi carraspeando, sabio, impotente y con los ojos llenos de tierra y lágrimas cantó quedo : -Cuando estén secas las pilas de todos los timbres que vos apretás…
La nostalgia, bien entendida, es una de las formas más sublimes de la felicidad individual.
Enrique: Gracias por tu sensible comentario. Algún día te mandaré lo que escribí sobre la nostalgia. Andrés.
Quizás la forma perfecta de la felicidad es el olvido. En cambio la memoria, es esa mezcla de colores, de claroscuros, de temblores : la trama misma de la Vida….
Quizás la forma perfecta de la felicidad es el olvido. En cambio la memoria, es esa mezcla de colores, de colores, de claroscuros, de temblores: la trama misma de la Vida…
Me encanto, Pancho, y fue tan lindo escuchar la voz de Liza y las pinturas de Flo
Que mejor que un tango para expresar la nostalgia … felicitaciones!